viernes, 18 de marzo de 2011

Homeopatia: Medicina Natural para los niños



"En ellos, las enfermedades cursan de manera diferente a los adultos, pero podemos reforzar su sistema inmunitario y superar problemas cotidianos con remedios que no tienen los efectos negativos de las terapias convencionales."

TEXTO Josep Lluís Berdonces, de Integral Centre Mèdic i de Salut



Los niños tienen un sistema inmunitario en crecimiento, como el resto del organismo, y por ello tienen una manera de enfermar diferente a los adultos; incluso en las mismas enfermedades, el proceso evolutivo de éstas es diferente a la de un adulto debido, entre otras cosas, a esa inmunidad que aprende de cada fiebre o de cada problema.

Una de las diferencias fundamentales de los procesos de enfermedad en los niños es que parecen más urgentes (y a veces lo son), entre otras cosas por la exageración de los síntomas propios de los niños, que tienen un sistema nervioso vegetativo mucho más exaltado; por ello, un dolor duele más, una fiebre sube más, y un malestar es más inaguantable; si a ello le unimos la lógica preocupación de los padres, a veces inexpertos, tenemos un cóctel poderoso que hace que muchas veces se acuda a urgencias para tranquilizar los síntomas… o a los padres. Vamos pues a hacer un repaso de algunas de las enfermedades que pueden padecer los pequeños de la casa, con algunos remedios que nos pueden ayudar a superar estos problemas cotidianos.

Cómo tratar la FIEBRE
Suele ser un proceso leve en la gran mayoría de los casos; leve, aunque no banal, porque la fiebre es un mecanismo para aumentar la eficiencia del sistema linfático frente a la infección, y para favorecer la eliminación de detritus por el organismo. Los niños son especialmente propensos a tener fiebre, mientras que una fiebre alta en una persona anciana sería un proceso a tener mucho más en cuenta, porque presupone una mayor gravedad.
Sin embargo, no podemos pasar por alto la fiebre en los niños, y es aconsejable pedir ayuda especializada si la fiebre se presenta en un bebé de menos de 6 meses; si dura más de cuatro o cinco días, o si se tiene fiebre alta (más de 38,5º) durante más de dos días, o si se acompaña de otros síntomas alarmantes como reducción de la consciencia, convulsiones, rigidez de nuca, vómitos, dolor de oídos, erupciones en la piel o diarrea.
El tratamiento de la fiebre es simple, ya que consiste en dar de beber muchos líquidos, en forma de agua, infusiones o jugo de frutas natural; en segundo lugar, se pueden hacer baños en una bañera con agua tibia; una solución más casera aún es aplicar cataplasmas de agua fresquita (bien escurridas) en la zona de la frente y de los hombros, aplicaciones que se irán cambiando conforme se vayan calentando.
El uso de medicinas debe ser coherente, y empezar cuando el niño o la niña supera los 38,5º, pero no antes. La fiebre suele tener un ritmo, de manera que a las 2-3 de la madrugada se suele alcanzar el máximo de temperatura, para luego ir descendiendo. Por eso, si un niño tiene 38,5º a las seis de la tarde, es muy posible que por la noche aún tenga más fiebre, incluso tomando algúna medicina. No es conveniente dar a los niños el jarabe de paracetamol cada vez que se encuentren mal, para problemas excesivamente banales, ya que no es bueno acostumbrarlos a los medicamentos desde la más tierna edad. En la infancia, el uso de analgésicos debería circunscribirse sólo a los procesos febriles que no ceden con medidas naturales o a los traumatismos; pero no para males de barriga, de cabeza o, simplemente, porque creemos que el niño está pachucho. El uso continuo o frecuente de paracetamol sobrecarga el hígado, el principal órgano de limpieza del organismo, y lo que es peor, frena los mecanismos naturales del organismo, como la fiebre, que es bueno tenerla de vez en cuando.
Tilo. Las brácteas de la tila gozan de una gran fama como sedantes y tranquilizantes, si bien una de las acciones principales que tienen es la de ser sudoríficas y, de esta manera, estimulan la reducción de la temperatura en caso de fiebre. Una infusión calentita de tila no sólo es de agradable sabor, sino que hará sudar y tranquilizará un poquito, cosa especialmente interesante porque los niños suelen pasar la fiebre con agitación. La miel que podemos añadir, si le gusta al niño, tiene además acción expectorante, por lo que es un complemento ideal en la tisana que preparemos.
Saúco. Las tisanas de flores o frutos del saúco se utilizan desde hace siglos para las afecciones respiratorias; las flores tienen acción sudorífica y sedante, muy parecida en su acción a la de la tila; mientras que el jugo de sus frutos o sus tisanas tiene acción estimulante inmunitaria, con posible acción inhibidora de la acción de los virus. Las flores las tomaremos en tisana, mientras que los frutos quizás es mejor tomarlos en forma de extracto o jugo.
Homeopatía. Aunque la homeopatía, para ser efectiva, ha de ser personalizada a cada individuo, hay un par de medicamentos que pueden ser útiles en caso de fiebre. Uno de ellos es Belladonna 4CH, útil para los niños con fiebre y escasa sudoración, que tienen la cara roja al subirles la fiebre; otra es Aconitum 4CH, que en este caso será más útil en aquellos procesos febriles húmedos, con la piel y la cara sudorosa o con abundante transpiración. Se puede administrar uno o dos glóbulos bajo la lengua cada 4-6 horas mientras dure la fiebre, que se disuelven muy bien y se aceptan mejor al parecer minúsculos caramelos.
SISTEMA RESPIRATORIO
Una de las características de la infancia y juventud son los resfriados frecuentes. Cuando existen cambios de temperatura, corrientes de aire o se come algún alimento excesivamente frío, los niños suelen resfriarse. Este resfriado puede tener múltiples presentaciones. Gripe, bronquitis, anginas, otitis, faringitis o rinitis son las presentaciones más habituales. Sin embargo, aunque hablemos de enfermedades diferentes, todas ellas se relacionan con el sistema respiratorio y con las mucosas. La función primordial de las mucosas es servir de intercambio con el exterior, y su principal secreción, valga la redundancia, es el moco; no por casualidad se denomina a los más pequeños como mocosos, porque la producción de mucosidad es un elemento de protección de primer orden en niños y adultos; el moco es una glucoproteína, o sea que está compuesto de azúcares y proteínas, y tiene una acción inmunitaria y antibiótica a nivel local (se sabe, por ejemplo, que contiene una buena cantidad de Inmunoglobulina A, de acción local), protege las mucosas y engloba los elementos nocivos, sean partículas o microbios, para ser eliminados al exterior. Es por ello que debemos observar la mucosidad como un proceso positivo de eliminación y debemos facilitar su expulsión del organismo.
Hay algunas características a las que hemos de prestar atención, como es el color de la mucosidad; una coloración blanquecina o espumosa es normal, pero cuando se torna de color amarillo o, peor aún, marrón o verdosa o tiene sangre, hemos de llevar al niño al médico o pediatra para que valore mejor su estado, ya que es posible que esta mucosidad esté sobreinfectada.
Resfriados y gripe son algunos de los procesos más frecuentes en época de frío, aunque hemos de saber distinguir uno del otro. El resfriado típico produce congestión nasal, faringe irritada, taponamiento nasal y tos, usualmente acompañada de fiebre ligera y taponamiento de los oídos y de la trompa de Eustaquio, siendo sin duda la afectación más habitual; la gripe, sin embargo, tiene una aparición mucho más epidémica, y suele aparecer de forma súbita con fiebre alta, dolor de cabeza importante, fatiga, dolores musculares (como si nos hubieran apaleado) y con frecuencia tos seca. La gripe es menos frecuente en la infancia que en la edad adulta, aunque todo el mundo la puede agarrar si nos encontramos en fase epidémica.
Una mención aparte merecen las anginas, que suelen ser menos frecuentes en los niños pequeños que en los más mayorcitos. En este caso aparece una fiebre importante con dolor intenso al tragar; si miramos, veremos las dos amígdalas de color blanco, llenas de pus. Éste es un proceso por el cual deberíamos acudir al médico, que valorará si es conveniente tomar antibiótico.
Todos estos procesos tienen un tratamiento común desde un punto de vista naturista, ya que se ha de intentar mejorar la respiración, reducir la tos y aumentar la expectoración.
El propóleo es un excelente remedio para los problemas respiratorios y especialmente en la faringitis simple. Se trata de una sustancia gomosa o pegajosa elaborada por las abejas a partir de cortezas de árboles y de brotes de hojas; muchos estudios han demostrado que su utilización medicinal reduce la duración de los resfriados en niños y en adultos; el propóleo es rico en bioflavonoides que tienen una reputada acción antiviral y antimicrobiana. La dosis habitual es de 300-500 mg una o dos veces al día; además, son útiles las tabletas de propóleo para deshacer en la boca, porque actúan también localmente.
La equinácea es una planta originaria de las praderas de Estados Unidos, y ya era utilizada por los indios americanos en procesos que precisaban del estímulo inmunitario. La equinácea se puede tomar de dos maneras, como preventivo antes de que llegue la estación fría, lo cual es conveniente para todas aquellas personas que tienen resfriados o procesos catarrales de repetición, de manera que se toma una cápsula o 20 gotas cada día durante un mes durante el cambio de las estaciones; o bien como tratamiento específico en los primeros estadios de la gripe o del resfriado; en este caso, la dosis será de tres a seis cápsulas diarias durante los primeros días del proceso. La equinácea no tiene acción antibiótica, sino que estimula la producción y maduración de glóbulos blancos, que estimulan a su vez la inmunidad y ayudan a luchar contra la infección.
EL CATARRO
Se define como catarro la inflamación de las mucosas que conlleva usualmente una secreción de moco. Es, pues, un concepto realmente amplio, porque pueden haber catarros del oído, de los bronquios e incluso de órganos internos con mucosas, como los intestinos, vagina y vejiga urinaria. Sin embargo, es al catarro respiratorio al que nos referiremos aquí, porque es el más frecuente en la infancia.
La producción de mucosidad en los procesos catarrales es buena y facilita una más rápida resolución. Por ello, la finalidad de unas medidas higiénicas o de tratamiento es estimular la formación de mucosidad y que se elimine después.
Los glucósidos del ajo, de la cebolla o de los puerros son algunos de los remedios nutricionales más interesantes. Estas verduras, que huelen fuerte, lo son así por su contenido en tioles (derivados de azufre), que ayudan a fluidificar las secreciones y a reducir su espesor, ya que actúan sobre los puentes disulfuro de los mucopolisacáridos. La mejor forma de tomarlos en sopa o caldo.
Otra cosa es que el ajo y la cebolla tienen aceites esenciales con efecto antibiótico o, mejor dicho, antiséptico por contacto o exposición, por lo que recomendamos el viejo remedio de poner una cebolla cortada por la mitad cerca de la cabeza del enfermo, para que de noche y de día respire el aire encebollado, lo cual le prevendrá de complicaciones y facilitará asimismo el desarrollo positivo del catarro.
SISTEMA DIGESTIVO
Con el otoño y el invierno los problemas digestivos cambian en relación al verano, estación en la que, por las condiciones de calor, son más frecuentes las colitis o disbacteriosis (alteraciones de la flora intestinal que en ocasiones provocan diarrea). Sin embargo, las alteraciones de la flora intestinal normal son también frecuentes en invierno, y no sólo eso: en nuestro sistema digestivo tenemos más células (bacterias) que en el resto del cuerpo, por lo que el equilibrio de la flora es muy importante, especialmente en el equilibrio inmunitario. Los niños que se resfrían o acatarran con excesiva frecuencia deberían regular la alimentación y la flora intestinal.
La fragilidad de la flora digestiva en muchas ocasiones no va unida a una alteración importante de la digestión o de la eliminación; sin embargo, es lo primero que hemos de valorar en nuestros hijos, y nos hemos de hacer preguntas como: ¿comen bien?, ¿sano?, ¿suficiente?; ¿eliminan bien?, ¿diariamente?, ¿regularmente?, ¿las heces son correctas?, ¿tienen la lengua sucia?, ¿les huele el aliento?, ¿tienen gases?, ¿huelen mal estos gases?; o sea, como en la contabilidad, un control de ingresos y gastos (o de entradas y salidas, que es lo mismo), como haría un buen gerente en una empresa. En estos casos, es importante el modificar la dieta, reduciendo lácteos (excepto el yogur, que si se desea puede tomarse en cantidades moderadas), aumentando el consumo de frutas, verduras y cereales integrales, e intentando mejorar la flora intestinal.
El sistema digestivo es el primer sistema inmunitario del organismo, ya que tiene una gran cantidad de vasos y ganglios linfáticos, donde se producen las defensas y se filtran las sustancias y microbios nocivos. Es por ello que de la buena salud de nuestra flora intestinal, y genéricamente de nuestra digestión, depende directamente nuestro estado inmunitario. Por lo tanto, una regularización de la dieta y una administración de probióticos puede ser útil para mejorar el estado general y, primariamente, la misma digestión. Los niños más enfermizos son los que pueden sacar mayor beneficio de la administración de probióticos.
Las cápsulas o preparaciones a base de microflora beneficiosa, como por ejemplo bífidobacterias, lactobacilos, etc., denominados genéricamente como probióticos, son especialmente útiles para regularizar la flora intestinal, siempre y cuando se acompañen de cambios dietéticos que permitan que este cultivo de flora beneficiosa que hacemos sobre el intestino tenga continuidad a lo largo del tiempo; o sea, que no sólo tenemos que sembrar las bacterias, lo que se hace con la medicación; sino que además luego hemos de alimentarlas con una dieta adecuada.
No existe un consenso sobre qué probióticos utilizar, aunque en general los beneficios son comunes a la mayoría de ellos, podemos escoger entre bífidobacterias, lactobacilos o saccharomyces, o una combinación de todos ellos. La microflora se administrará con el niño sano, unos cuantos días al mes, durante unos cuantos meses seguidos, buscando más un efecto preventivo que curativo, con una diea que regularice el sistema digestivo a medio o largo plazo.
Los prebióticos, a diferencia de los anteriores probióticos, son sustancias, generalmente de tipo polisacárido (azúcares-harinas-carbohidratos), que estimulan el crecimiento de bacterias beneficiosas, la llamada flora de fermentación, pero no serían necesarios si consumimos una dieta adecuada rica en frutas, verduras, cereales y legumbres, y mucho más escasa en carnes, pescados, huevos o lácteos. n

Consejos para afrontar la estación fría

El inicio del invierno es un tiempo de cambios a los que debemos adaptarnos, y en especial nuestros hijos. Algunos consejos de salud nos pueden ser útiles para vivirlo sin problemas
Vitamina C. Hay niños que tienen muchas manías alimentarias, y lo primero que deberemos hacer es incluir alimentos saludables, como por ejemplo los ricos en vitamina C. Hemos de acostumbrar a nuestros hijos a las frutas y, si son muy perezosos en comerlas, podemos prepararles un jugo de naranja natural por la mañana, que no sólo les aportará vitamina C y flavonoides beneficiosos para la salud, sino que les supondrá una cierta cantidad de calorías de fácil asimilación para empezar bien la mañana, ir al cole y que el cerebro asimile mejor las enseñanzas.
Lácteos. Aunque la leche y sus derivados son alimentos excelentes, en muchos casos se producen intolerancias a alguno de sus componentes, especialmente con los lácteos más elaborados. Los niños con exceso de catarro o mucosidad, con frecuentes fiebres y problemas linfáticos, deberían reducir los lácteos por temporadas y sustituirlos por alimentos más saludables y equiparables, como la leche de almendras o los frutos secos, fáciles de poner en la mochila del cole.
Azúcar o miel. Los niños son, por norma, golosos, aunque no todos ellos. El consumo excesivo de azúcar no es muy recomendable, y menos cuando se trata de chucherías o dulces industriales a los que se han añadido espesantes, colorantes, agentes de sabor y otras porquerías que se ponen en alimentos destinados a los más jóvenes. El cambio de azúcar por miel es altamente beneficioso, porque la miel natural protege las mucosas y tiene una acción fortificante. No es conveniente abusar de los dulces, aunque sea la miel, y es mejor tomar alimentos dulces con moderación, pero una o dos cucharaditas de miel con el desayuno pueden prevenir muchos procesos derivados del frío.
No abrigar excesivamente. Un niño que se resfría o enferma con los primeros fríos no ha de ir más abrigado que los demás. El calor excesivo dentro de casa y el uso extremado de prendas de abrigo sólo consigue aumentar las diferencias entre cuando está abrigado o desabrigado, por lo que incluso puede estimular la enfermedad. Otra cosa son los bebés más pequeños, cuyo sistema regulador de temperatura es más delicado, pero a partir del año de edad, el niño ha de ser capaz de regular el cuerpo frente a las inclemencias moderadas del tiempo.
El ejercicio previene. El sedentarismo es una fuente de grandes problemas, y cada vez es más fecuente que el único ejercicio que hagan los pequeños sea el del mando a distancia, internet o la playstation. Hemos de recuperar el ejercicio al aire libre y, si estamos en una ciudad, donde es más difícil estar en la calle, una opción es apuntar al niño en algún centro deportivo. La disciplina física estimula la disciplina mental, moviliza la circulación y mejora la inmunidad en general. Con demasiada frecuencia primamos la función intelectual (por ejemplo, apuntarlo a clases de repaso) sobre la física, sin tener en cuenta que quizás el ejercicio físico haga que luego se rinda mejor en la cuestión intelectual.
Aire puro los fines de semana. Bueno, y entre semana también, pero el fin de semana es el momento ideal para coger a la familia y salir fuera de ambientes contaminados, dar un paseíto, respirar aire puro y disfrutar un poco más de la naturaleza, que no sólo contribuirá a mejorar la salud sino a establecer unos lazos familiares mucho más fuertes. Aprovechemos para salir cuando son más pequeños, porque a partir de los 15 o 16 años viene una época en que nos costará mucho más arrastrar a nuestros hijos a actividades familiares; bueno, pero eso ya es otra época de la vida, una historia que dejamos para otro momento.

Tratar la anginas

Las anginas son un proceso muy común en algunos niños, denominado en general como linfático, y resulta espectacular porque cursa con fiebre alta, malestar muy importante y dolor en el cuello.
Si bien el tratamiento de las anginas con pus sigue siendo el antibiótico, hoy en día se sabe que en tres de cada cuatro ocasiones no son de tipo bacteriano, por lo que el antibiótico sería innecesario. Pero no es la función de los padres discernir si unas amígdalas son víricas o bacterianas, ya que en la mayoría de los casos tampoco lo saben los médicos con la simple observación. El tratamiento de unas anginas con pus es cosa del médico y llevaremos al niño a su consulta, pero las medidas de apoyo son importantes.
Entre esas medidas, hay que dar una dieta rica en frutas y verduras (mejor pasadas en forma de puré, para que moleste menos), una reducción de lácteos y azúcares, y cataplasmas o compresas húmedas en el cuello para reducir la inflamación. Las infusiones de tila y saúco, además de ayudarnos a controlar la fiebre, nos ayudarán a estimular la inmunidad.
Las anginas se suelen curar espontáneamente en una semana, algo menos si se toma un antibiótico adecuado. Para las anginas proponemos hacer unos gargarismos con jugo de limón tibio o caliente en el cual habremos disuelto un par de cucharaditas de miel. Se trata de una preparación antiséptica y regenerante de las mucosas.

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Dr. JUANJOSE FAJARDO BENAVIDES.
médico cirujano colegiado
médico Homeópata
médico Dermatólogo
CMP 23041 -  RNE 9489




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